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lunes, 22 de julio de 2013

Praesidia

El otro día cayó en mis manos esta entrada de uno de los blogs que sigo. Trata sobre los presidios españoles en norteamérica, como su nombre indica. Por presidio no se refieren a cárceles, sino en el sentido de "fortificación", que de hecho es el que tenía praesidium en latín.

La entrada da algunos detalles interesantes sobre cómo era la vida en aquel rincón del mundo: fortificaciones pequeñas, a menudo escasamente defendidas, con más civiles que combatientes, enfrentándose lo mismo a europeos que a indios, empleando armas que en el resto del mundo habían quedado desfasadas porque en este sitio aún son útiles, siempre dispuestos para salir al combate, a veces llevando a cabo enormes cabalgadas adentrándose en territorio enemigo...

No es raro que los territorios de frontera sean bastante frecuentes en las ambientaciones de fantasía. Ni tampoco que sean de mis favoritos porque cumplen, como mínimo, cuatro de los cinco pasos de Five Steps to Dungeonland. Además, aunque me gusta bastante la idea de las Marcas Occidentales, veo más creíble que estuviesen más allá de una hilera de fortificaciones que de una sola ciudad.

Por lo que sé (a lo mejor estoy confundido y meto la gamba, que no sería la primera ni la última vez), en este tipo de campañas de frontera los personajes suelen lo de siempre: aventureros descarriados que se dedican a ir de un lado para otro a su bola ayudando a quien les beneficia. Eso está bien, pero andaba pensando en cómo sería una campaña en la que los personajes formasen parte de la guarnición de uno de esos presidios.

Como es lógico tendría sus ventajas y sus desventajas: los personajes no podrían irse por ahí a vagar por donde les diese la gana sin arriesgarse a que los ahorcasen por desertores, por lo que tendrían un papel más reactivo que activo. Además tendrían superiores directos, que es algo que hay que manejar con cuidado. Por otra, la perspectiva cambiaría bastante, para empezar porque probablemente los personajes que estuviesen en el presidio ya tendrían familia. Y además está la cuestión de los exploradores nativos de los cuales no se fiarán un pelo probablemente. Todo esto siempre es combustible de aventuras más allá del componente militar.


Pero Marte tampoco estaría ocioso, habría mucho que hacer: proteger haciendas y misiones cercanas, resistir posibles asaltos o incluso asedios, ayudar a presidios cercanos, internarse en el territorio enemigo en misiones de persecución o castigo, solventar probables problemas con los suministros, etc.

Además estos planteamientos tienen otras ventajas: hay suficientes combatientes para que la cosa no sea imposible, pero tampoco fácil. Por lo que leo en el artículo, la dotación de cada presidio por lo normal no llegaba a cincuenta hombres. Además son una excusa perfecta para reponer las bajas.

Y las motivaciones de los personajes están claras: honra y pro. Los presidios eran una forma bastante buena de que indios y mestizos pudieran ascender socialmente. Y el pro viene de que aparte de su paga, probablemente recibían tierras allí una vez esa zona fuese pacificada y ellos se licenciasen. O al menos así lo haría yo. De hecho, en vez de un presidio, la cosa podría tener lugar en la hacienda de un exsoldado que sigue defendiéndose con uñas y dientes y cuya casa probablemente está igual de fortificada. Eso no era raro, en la Edad Media fortificaban hasta los molinos.

Por supuesto esto no tiene que limitarse a lo histórico, puede ser todo lo fantástico que queramos, puede que más de uno ya esté pensando en la Guardia de la Noche, porque el Muro es un ejemplo perfecto de lo que estoy diciendo. Podemos cambiar los indios por orcos o el desierto por las puertas del infierno o los presidios por bases en un cinturón de asteroides.

No es un mal planteamiento. ¿Por qué será que siempre me gusta jugar con los defensores del orden y la paz cuando más fastidiados están? Gracias por leerme. Valmar Cerernor!

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