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viernes, 3 de junio de 2016

Casticia: Sicilia

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Hace como tres años empecé a hablar de una idea para una ambientación que llamaba Bienvenidos a Casticia y que era, en buena medida, una ambientación OSR un tanto de coña basada en nuestra literatura patria, donde cada región se correspondía con un género o autor distinto. Publiqué algunas entradas y dije que iba a hablar más a fondo de cada una de las regiones, aunque solo llegué a hacerlo de las Sierras de Nuestra Señora. Bueno, hoy voy a empezar a remediar eso con Sicilia.

Después de que la luz del Señor iluminara la península de Casticia, Sicilia fue uno de los sitios donde el poder del antiguo paganismo siguió siendo fuerte.

Los pastores que la habitan y crían en ella sus ovejas viven siempre felices, sin que el tiempo pase apenas para ellos. Bueno, casi siempre o normalmente. A veces se encuentran un ataúd o unos huesos en los que pone "et in Arcadia ego" y se asustan bastante.

Su principal preocupación suele ser, por supuesto, las pastoras, por las que se lamentan continuamente y para las que escriben poemas de amor. Generalmente esta es la principal causa de mortandad entre ellos, ya sea por matar a otro contrincante en un arranque de celos, en un duelo o simplemente porque dicen que prefieren pasar y se suicidan. Los que sobreviven a esto suelen abandonar la isla y convertirse en aventureros.

Pero tranquilas, chicas, también funciona en dirección contraria, a veces con incluso más enredos que pueden o no incluir viajes a ultramar, fingir ser un hombre y que otra chica se enamore de ti o unirte a una tribu de amazonas salvajes.

Y las criaturas mitológicas que se refugiaron en esta isla a menudo imitan esta disposición. Sirva de ejemplo la ninfa Galatea, a la que pretenden los dioses caprinos del bosque, los dioses con cola de pez del mar e incluso el terrible cíclope Polifemo, pero que sin embargo parece perder los suspiros por un pastor humano. Esta clase de cosas no pueden acabar bien.

Estos seres, por cierto, también son los principales protectores de la isla, y una de las principales razones de que sus magníficos bosques y mares no se hayan convertido en el dominio de algún señor feudal, que vaya todo el día de la corza a la fuente. No es raro que los barcos que pasan demasiado cerca sean hundidos por las poderosas rocas de los cíclopes, por eso a tantos extraña que Polifemo, el peor de todos, ahora intente ayudar a los viajeros perdidos y náufragos.

Pero la isla tiene también otros peligros: los que se acerquen a ella harán bien no entrando en ninguna caverna, pues si bien es cierto que bajo ella están las fraguas de Hefesto, llenas de las maravillas mecánicas del dios de la forja, también es la prisión de Tifeo, el padre de todos los monstruos, que aun por sí solo los engendra, llenando las cavernas subterráneas.

Y cuanto menos hablemos de Escila y Caribdis mejor.

Tales son las maravillas de estas tierras y como las vi se las refiero. Gracias por leerme. Valmar Cerenor!

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