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miércoles, 27 de marzo de 2019

Esa guiverna mató a mi primo, exijo venganza | Avarnia Meridional - Reporte 17


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Después del fracaso en la mazmorra de las puertas de obsidiana, los miembros de la compañía del León y el Cocodrilo pusieron camino al sur, donde una coalición de árathas y úmiras azules les había reclamado para acabar con un culto extremista de la ley que había inestabilizado la zona y bloqueado el flujo del comercio. El profeta que los lideraba era conocido con el nombre de Nahadriz.

Pero todo eso aún tendría que esperar, pues era necesario primero alcanzar su destino a través de los salvajes caminos de Avarnia Meridional. Y viajar de este a oeste en ella es siempre mucho más fácil que de norte a sur, internándose cada vez más en los desiertos.

Precisamente en las sabanas resecas del sur fueron atacados por una banda de guerra osga liderada por el que parecía ser uno de sus mejores estrategas. Aun así, lograron rechazarlos creando una fortaleza de carros de guerra con sus seguidores e inundando el campo de batalla para que las arenas movedizas se tragaran a buena parte de los agresores. La mitad de la banda, derrotada, se batió en retirada.

Esa noche acamparon en el camino, cerca de los desiertos y contemplaron un increíble espectáculo: a lo lejos una poderosa guiverna se enfrentaba a una brutal quimera de fuero. Ambos seres se separaron con vida y se alejaron, viendo que sus fuerzas eran similares.

Mucho se arriesga el explorador que reconoce el terreno solo alejado de su compañía: en esto se afanaban Amanthos y Tamnus al día siguiente cuando fueron atacados por una manada de cocodrilos voladores que trataron de capturarlos. Tamnus logró escapar, pero el barbudo jinete de cabra no pudo evitar ser capturado por una de las bestias que, según pudo ver, eran montadas por trasgos. Por supuesto, justo antes de que uno de ellos le dejara caer una enorme piedra en la cabeza y le hiciera perder el conocimiento.

Despertó más tarde en la guarida de los trasgos, que casi habían terminado de despojarlo salvo por las bagatelas que usaba para invocar sus trucos. Y uno de ellos era Prestidigitación, con lo que logró soltarse de las ataduras... para asombro y deleite de los trasgos, que aplaudieron efusivamente y le pidieron que lo repitiera.

Tras asegurarse de que los trasgos estaban solos y simplemente montaban a veces a los cocodrilos voladores (que vivían en una caverna por encima de la suya), Amanthos les prometió mostrarles un truco aún mejor si le devolvían sus cosas. Los trasgos así lo hicieron, no sin que el líder tuviera que entrechocar algunas cabezas, y así el montamago pudo usar su conjuro de agua para barrerlos a todos de la cueva.

Varios metros más abajo Tawizu, Tamnus y algunos jinetes úmiras habían logrado seguir a los pterodáctilos, que tenían su guarida en la cima de una enorme columna de roca caliza llena de cuevas. De una de ellas brotó un manantial de agua lleno de trasgos, que gritaban contentísimos justo antes de estrellarse mortalmente contra el suelo.

Entonces, empleando una escala creada con la barba encantada de Amanthos, la guerrera Tawizu subió al rescate del doncel secuestrado por los pterodáctilos en lo que probablemente sería el cuadro más raro que Frazetta jamás pintó.

Tras esto se propusieron capturar a los pterodáctilos con redes y la lanza de hechizar animales de Tawizu, y así se hicieron con cuatro que procedieron a encadenar a los carros y uno perfectamente dócil.

Hecho esto volvieron al lugar donde había tenido lugar la batalla y habían sido atacados por los cocodrilos voladores... para encontrarse con que volvían a ser atacados por la guiverna de la noche pasada, que se abatió sobre la compañía, matando a algunos de los hombres.

Finalmente consiguieron rechazarla con oleada sobre oleada de flechas. Amanthos trató de ayudar montándose en el pterodáctilo dócil: casi muere al caer, pero fue rescatado a media caída.

Peptukin, uno de los soldados, dio un paso adelante exigiendo que se le diera muerte a la guiverna en venganza por su primo, uno de los caídos. A los otros miembros les pareció bien y le ofrecieron unirse a la cacería.

Hallaron la cueva de la bestia y la acorralaron en su interior. Mientras Balbina la clériga guardaba la entrada como apoyo y Amanthos preparaba conjuros que jamás llegó a lanzar; Tawizu, Tamnus y Peptukin rodearon a la bestia y comenzaron a herirla en mil lugares tratando de evitar su venenoso aguijón. Malherida como ya estaba, consiguieron derrotarla y despojaron sus restos.

Pero en la guarida encontraron una puerta secreta con una trampa que daba a otra puerta secreta... con otra trampa. El grupo decidió dejarlo por el momento, dado que no estaban completamente seguros de querer enfrentarse a algo con tales medidas de seguridad y con una guiverna como perro guardián.

Se reunieron de vuelta con el grueso de la compañía y continuaron sin mayor incidencia hasta su destino: Guzkalit, uno de los dos oasis controlados por tribus árathas y la patria de Amanthos.

"Hola, vecinos"
"Aparta, Amanthos, que no vemos a la compañía"
"Pero yo soy parte de la compañía"
"¿Que tú eres el áratha llamado Amanthos? Que me aspen, debe de haber habido algún error"
"Por cosas como esta me fui de aquí..."

Una vez allí el barón de los árathas les explicó la situación: el culto se había hecho fuerte en sus campamentos al este, en el territorio baldío entre sus tierras y el oasis de la Naga Negra. Su misión era acabar con sus líderes y dispersarlos a fin de que el comercio volviera a fluir, ya que se trataba de rebeldes que no aceptaban la autoridad del Duque ni del rey de Avarnia, además de unos extremistas que rechazaban el alcohol y la música, entre otros preceptos disparatados.

Sabiendo esto, los alguaciles se encaminaron al este, dispuestos a lidiar con el problema.

Una vez más se ha cumplido la justicia del duque y sus tierras son ahora algo más pacíficas. Así Légobar, el juglar más rápido de Avarnia Meridional, se apresura a consignarlo en verso vulgar. Muchas gracias por leerme. Para más info sobre Avarnia Meridional consultad el índice de entradas. Valmar Cerenor!


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