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miércoles, 2 de mayo de 2012
Criaturas de Ablaneda: Guaja
Es la guaja un ser de las tinieblas pues de buena fe afirmo que es en parte vampira y en el resto, que no es poco, sierva del Maligno.
Guarda apariencia de mujer vieja reseca tanto que no faltará quien diga que proviene de los tiempos de Adán. Camina siempre encorvada cubierta por un largo manto oscuro que solo deja a la vista del viandante sus manos ganchudas, sus pies (que dicen los que hablan mal que son garras de ave) y su rostro lleno de pelos y berrugas. Y esto posiblemente sea suficiente para infundir profundo temor al más aguerrido de los hombres, más aun si se la halla de noche como suele. Mas no se conforma con esto la fealdad de este hórrido ser pues cuentan que sus dos pequeños ojos brillan como brasas del infierno y que en su grande y ávida boca solo queda un largo diente que le llega hasta la barbilla.
Solo anda de noche rondando los pueblos en busca de una víctima, si es que no tuviera ya una. De día no se sabe dónde se oculta, aunque probablemente en alguna cueva o el tronco de un árbol seco como una bestia salvaje más.
Pero sepan que posee mucho más raciocinio y que es cazadora. Si encuentra una víctima, especialmente niños, jóvenes o mujeres, entrará en la casa donde duerma por cualquier resquicio que hallare: ya las rendijas de la puerta, ya la chimenea, ya el ojo de la cerradura; por ahí por donde pasa el aire, pasa la guaja. Aunque con la misma facilidad que entra saldrá despavorida si es descubierta, pues es cobarde y no luchará de no hallarse acorralada. Pero esto puede no impedirle volver a la noche siguiente para perpetuar su maligno festín.
Cuando ha escogido a su víctima se acercará sin ruido al lugar donde yazca dormida y clavará su diente en el cuello de la criatura para así poder chupar su sangre. Beberá la taimada un poco cada noche mientras la víctima languidece y enferma, hasta por fin lograr matarla y volver a comenzar con la búsqueda.
Aunque haya quien asegura que no volverán cuando sean sorprendidas o que se las puede ahuyentar con el acertado arrojo de unos pantalones (pues sus cuatro costuras tienen la forma de la cruz), no crean vuestras mercedes estas perogrulladas de aquellos que hablan sin saber. Solo con un conjuro acertado, un amuleto de buena hechura o la intervención de un clérigo de buena fe puede salvar a la víctima del destino que le ha reservado el mordisco de la guaja.
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