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viernes, 7 de septiembre de 2018

Planos del caos (6.7): el Plano de la Carne

Cada uno de los ocho planos del Caos es es la manifestación de un poderoso deseo cósmico capaz de alterar realidades a lo largo del multiverso.

El origen y verdadera naturaleza de estos deseos es desconocido, pero los sabios atribuyen al Plano de la Carne es la imitación de la realidad orgánica, en cierta forma retorcida, el deseo por un cuerpo físico.

El plano de la Carne es probablemente el más arquetípico de los ocho. Todo el mundo piensa en horribles mutaciones, sangre derramada y pestilencia cuando se les viene a la mente con horror el poder del Caos.

Y no es para menos. Otros planos son amenazas externas, otros subvierten la realidad o las estructuras de poder, pero el plano de la Carne ejerce su poder sobre nuestros propios cuerpos, de una manera invasiva, casi íntima. Es la infección que ataca a la humanidad como si fuésemos una herida supurante o los pensamientos extradimensionales que nos controlan a través de nuestros instintos más animales: hambre, rabia, sexo.

Al estar de nuevo en el ecuador de la rueda está entre los planos evolutivos inferiores y los destructivos superiores. En cierta forma es un plano que no crea ni destruye, solo cambia las formas, moldea los cuerpos. No por nada es el que está también más a la derecha, el extremo de los planos materiales. Es en cierta forma el más básico y primario.

Sus cultos de mutantes, guerreros sedientos de sangre y similares se extienden por todos los rincones del multiverso. Son una plaga que a menudo sacude las tierras civilizadas de las formas más brutales, aunque también sabe despertar los apetitos mal encaminados de forma más sutiles.

En muchas realidades el horrible poder de este plano se acentúa cíclicamente en el Carnestolendas, cuando sus cinco paladines locales se alzan para sembrar miseria a su paso a través de la Carne Mutada, la Carne Deseada, la Carne Devorada, la Carne Arrasada y la Carne Corrompida.

Temed por tanto al Plano de la Carne, pues su mal no puede sino ser la perdición de los hombres.

Gracias por leerme. Valmar Cerenor!

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