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miércoles, 5 de septiembre de 2018

Avarnia Meridional - Reporte 8


Siguiendo las indicaciones de un león místico, los miembros de la compañía del León y el Cocodrilo se habían puesto en marcha para recuperar artefactos que ayudaran en la defensa de Llanancha, una aldea a punto de ser presa de las fuerzas del Caos.

En la primera parada, una torre en ruinas, derrotaron a un contingente de osgos, orcos y gnols que parecían buscar algo. Por supuesto, con una carga de caballería bien encajada y la ayuda de las dos leonas. En efecto el león coronado no había mentido y, enterrada bajo la torre, había una armadura mágica del Caos.

Amanthos, quien ya se había hecho pasar por heraldo del caos, no dudó en ponérsela. Con el yelmo pudo ver una luz morada a su alrededor y otra verde alrededor de Arguskar el clérigo. A pesar de su insistencia en que el conjunto podía ser últil, los demás prefirieron meterla en un cofre sellado y guardado por la Ley para llevarla a quien pudiera destruirla con seguridad.

Despidieron a las leonas, que se dirigieron a Llanancha y ellos pusieron camino al siguiente sitio: una aldea enterrada en la que debía haber un arma que les ayudara contra el Caos. Caía la noche cuando alcanzaron lo que parecía una caseta, pero era en realidad la parte má alta de un campanario. Las escaleras de madera debían haberse deshecho hace mucho, por lo que Arguskar el clérigo y Tawizu, la guerrera de las tribus úmiras azules del sur, bajaron descolgándose por una cuerda sostenida por un camello.

Esto daba a un gran salón lleno de bajorrelieves de una antigua ciudad úmira pretaryana donde abundaban las figuras de autoridad sosteniendo hachas. Los dos alguaciles se dispusieron a explorar.

En las ruinas de la ciudad semienterrada tuvieron varios encontronazos con la fauna local: bichos corrosivos, perros salvajes (se hicieron amigos de ellos con enormes cantidades de raciones) y hasta un arrastracadáveres. Pero salieron airosos y se adrntraton más en lo profundo junto a sus dos amigos peludos.

Entre tanto, Tamnus, el explorador al servicio de Tawizu, se había quedado fuera vigilando los camellos por si las fieras. Y vaya fieras, pues había visto llegar al arrastracadáveres con una presa y bajar por la pared del campanario. Mientras se preguntaba si sus dos compañeros estarían bien, vio llegar a un enano, Rorix. Este le explicó que la criatura se había llevado a su compañero y quería rescatarlo (aunque no que obraba en poder de la víctima el mapa de un tesoro).

Decidiendo que probablemente no habría ninguna fiera en el terrotorio de la terrible alimaña, dejaron a los camellos atados y bajaron a buscar a Tawizu y Arguskar para que los ayudaran a derrotar a la criatura.

Por suerte eso no fue necesario: fueron atacados por el arrastracadáveres en el camino y, empujando una estatua bien colocada, consiguieron aplastarlo como a un vuulgar bicho. Tamnus dedujo que su debilidad bien podría deberse a que estaba en época de cría, como bien dijo a Arguskar y Tawizu una vez reunidos.

Así, no sin ser paralizados alguna vez, acabaron con las crías del arrastracadáveres y recuperaron el mapa del cadáver. Y este documento indicaba que el tesoro estaba en la propia mazmorra y cómo abrir una puerta secreta en la sala de los bajorrelieves presionando una moldura. Amanthos llegó casualmente en ese momento tras haber estado haciendo reconocimiento de la zona.

Tras acabar con un perro negro de fuego (que al morir liberó un espíritu maligno y se convirtió en basalto) y sortear varias trampas, se hicieron con un cristal de roca que parecía brillar con una luz similar a la del sol.

Entonces dieron la vuelta, acabaron con las arañas del fondo de la aldea (incluida una gargantuesca retenida en una sala) y se hicieron con una pequeña fortuna en lingotes de oro y un hacha de doble hoja.

Pero ya se aproximaba el día y la batalla por Llanancha no iba a esperar por ellos, de modo que, tras mucho meditarlo, decidieron ocultar en la mazmorra sus ganancias junto con la armadura oscura y cabalgar (o camellear) a toda prisa hasta la aldea.

Llegaron al rayar el alba y encontraron a los dos ejércitos recortados contra el sol, listos para presentar batalla campal. La empalizada de madera de Llanancha hubiera sido insuficiente para el contingente de Avarnia con más de doscientos hombres. Pero las fuerzas estaban equilibradas, ya que se hallaban frente a un ejército mixto de osgos, gnolls, orcos, hombres y, sobre todo, bestias de guerra como abominaciones del caos, un temible gólem de hierro o la gigantesca tortuga, que parecía capaz de arrasar Llanancha ella sola.

Por eso, mientras tenían lugar las primeras cargas y ambos bandos cerraban el uno contra el otro, los alguaciles se escabulleron tras una compañía de osgos y atacaron al gigantesco reptil. Evitando las flechas de los grantrasgos que ocupaban el santuario sobre el caparazón de la bestia, la Compañía del León y el Cocodrilo logró dañar una de sus enormes patas con fuego tanto divino como mundano, ralentizando aún más su avance.

Tras esto, viéndose perseguidos, decidieron no intentarlo una segunda vez y se unieron a los distintos regimientos de la batalla.

Y esta fue encarnizada. Los magos de piedra avarnos probablemente salvaron el día enterrando bajo tierra al gólem de hierro y su gorgon mascota (gracias por los gloria al caos). Las fuerzas avarnas lograban hacer cuña frente a las huestes de orcos y contenían a las horribles bestias. En el centro de la formación los tres escandos matatrols hacían honor a su nombre enfrentándose a estas criaturas con una banda de piqueros matagigantes. En el flanco occidental las leonas gigantes saboreaban la carne de osgo, mientras que en el oriental la caballería de los avarnos lograba abrirse camino frente a gnols montados en avestruces de guerra y hostigadores con extraños palos de fuego, pero fueron detenidos en su avance por la nociva magia negra de los hechiceros azagaros. Pero finalmente las tropas de la Ley ganaron el día cuando, al acumularse las bajas entre el bando Caótico, rompieron moral y se dieron a la fuga.

La compañía del León y el Cocodrilo acudió entonces rauda a la tortuga, derrotando su enorme lengua en forma de anaconda, y, con la ayuda de los zapadores enanos, destruyeron la cadena que mantenía en su lugar el santuario oscuro, que se precipitó al suelo mientras sonaban sus campanas negras. Con la tortuga muerta, solo restaba perseguir a los grantrasgos y registrar el lugar. Por desgracia había poco de valor, ya que los servidores del Caos lo habían quemado todo al ver el cariz que adoptaba el combate.

Con esto Llanancha se había salvado. Los defensores lo celebraron y repartieron el, por otra parte humilde, botín. Nuestros alguaciles se marcharon pronto para recoger sus otras ganancias y pusieron rumbo a Lóvaraz.

Una vez más se ha cumplido la justicia del duque y sus tierras son ahora algo más pacíficas. Así Légobar, el juglar más rápido de Avarnia Meridional, se apresura a consignarlo en verso vulgar. Muchas gracias por leerme. Para más info sobre Avarnia Meridional consultad el índice de entradas. Valmar Cerenor!


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y este señor podrías ser tú!

Aun así nadie sabe qué se hizo del lamassu oscuro Atnuk-Kashira...

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