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viernes, 12 de julio de 2019

El fuego purifica | Avarnia Meridional - Reporte 22

¡La doncella de las llamas!

Durante su merecido descanso tras expulsar a Zanlad de su guarida, la compañía del León y el Cocodrilo tuvo noticias de que el dragón que habían visto volando en el sur se estaba convirtiendo en un verdadero problema: como todo dragón de Vicúmena, este era un divezuelo del Caos con su propia secta. Al alcanzar la adolescencia, sus poderes habían comenzado a atraer servidores de todas las esquinas del mundo para formar su drakoculto. Y estos habían llevado a cabo un asedio sobre un caravasar del sur cerca del poblado áratha de Guzkalit, tomándolo. Así llegaron noticias a Lóvaraz de que el dragón además es una hembra que se hace llamar Muerte-Que-Oculta-El-Sol.

Ante estas preocupantes noticias, los alguaciles decidieron volver al sur, primero manteniéndose cerca del cauce del gran río Salúhn y sus afluentes y arroyuelos. Fue cerca de uno de estos donde decidieron desviarse para explorar un territorio en el que jamás habían estado antes. Para su sorpresa, Amanthos, el magontaraz, detectó huellas de hipopótamo, pero bípedas. Sin duda se trataba de un antropótamo, los enormes hombres cocodrilo que son, en buena medida, los ogros de Avarnia Meridional.

Rastrearon las huellas hasta su cueva, donde fueron recibidos a grandes pedradas por el antropótamo y sus dos hembras, desde una cueva entre los cañaverales. Por suerte lograron derrotarlos con una combinación de magia de guerra y combate desde las alturas, adueñándose de sus pieles, su marfil y su escaso tesoro. Tifriq, el místico, fue casi muerto por una de las grandes pedradas, no obstante, y desarrolló un miedo atroz a bestias como hipopótamos o cocodrilos.

Por otra parte, Peptukin, el mago, se vio dominado por la fiebre del marfil, deseoso de encontrar más seres del caos de los que poder extraerlo. Más al sur, ante la magnífica escena de una manada de elefantes al paso, se lamentó de que no hubiera un hombre elefante pastoreándolos.

No muy lejos de allí la compañía (bastante numerosa, por otra parte, formada por bandidos escarnecidos y úmiras azules) fue asaltada por una banda de guerra osga. Siguiendo la estrategia habitual, formaron un círculo de carros y esperaron a ser atacados por los hombres bestia. No obstante, fue el comandante osgo quien se adelantó y se ofreció en combate singular para evitar un derramamiento de sangre innecesario.

El osgo trató de defender el honor de su raza contra los que él consideraba despiadados cazadores de cabezas, pero la fortuna estuvo de parte de Tawizu y logró despachar fácilmente al caudillo. Hecho esto, Amanthos, temiendo que los osgos no cumplieran su palabra de no atacar, incumplió su palabra atacándolos él con magia para que después pudieran ser diezmados a flechazos.

Con esta victoria prosiguieron su camino. Como tenía por costumbre, Amanthos se separaba de la compañía para reconocer el terreno solo, cosa que ya en el pasado le había puesto en peligro, pero esta vez los dioses pusieron en su camino un reto aún mayor: al subir a una pequeña loma al otro lado pudo ver a una quimera dispuesta para el ataque. El magontaraz trató de escapar al galope sobre su cabra de guerra, pero el aliento de la criatura le alcanzó por la espalda y cayó abrasado. Tawizu, que se había percatado desde lejos, acudió al combate y, en una batalla aérea sobre su pterodáctilo cocodrilo volador, logró abatir a la bestia.

Por desgracia era demasiado tarde para Amanthos, a no ser que, de alguna forma, aún hubiera esperanza... Probablemente lo descubramos en una futura entrega

Una vez más se ha cumplido la justicia del duque y sus tierras son ahora algo más pacíficas. Así Légobar, el juglar más rápido de Avarnia Meridional, se apresura a consignarlo en verso vulgar. Muchas gracias por leerme. Para más info sobre Avarnia Meridional consultad el índice de entradas. Valmar Cerenor!

Ah, y he aquí un mensaje del Gran Maestre de la Orden del Hacha Naranja:

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1 comentario:

  1. Pektukin miró triste como no había un hombre elefante entre la manada...

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