Amanthos había decidido reformarse y abandonar a Zanlad, el divezuelo del Caos al que había convertido en su maestro. No es que el hecho en sí de recibir saber de un esqueleto lleno de pinchos y rodeado de humo le pareciese mal, solo que había empezado a exigirle cosas ¡cosas! a cambio de enseñarle, en concreto, sacrificios de seres inteligentes. De modo que el magontaraz razonó que, dado que había mantenido su aprendizaje en secreto, podría fingir haber hallado esta cueva y destruir a Zanlad con el resto de la compañía... para ganarse el favor de Aldarius, mago de cámara del duque, para que le enseñase alta magia.
Así la compañía del León y el Cocodrilo asaltó el lugar de noche: Tawizu, Tamnus, Amanthos, Peptukin y una nueva incorporación, Tifriq, un médico de extraños poderes mentales que, imagino, se había unido a la compañía al preguntarle "hola, chico, ¿te vienes a matar a un dios?".
Recorrieron la mina abandonada que Amanthos conocía sospechosamente bien y llegaron a la última galería que conducía al sanctasanctórum de Zanlad. Pero el divezuelo ya sabía de su presencia y comenzó a levantar a los muertos contra ellos, oleada tras oleada. La poderosa hacha de Tawizu los segaba como las mieses y Tifriq, incapaz de usar sus golpes mentales contra los no-muertos sin pensamiento, se sirvió de las piedras para destrozar sus cráneos, de donde le vino el apelativo La honda de Dios.
Al fin llegaron a la caverna humífera donde Zanlad reposaba sobre su altar de piedra, protegido por varios guardianes esqueléticos más poderosos y provistos de armadura. El divezuelo conjuraba a pesar de los constantes embites psíquicos de Tifriq. Finalmente los alguaciles se abrieron paso entre los esqueletos y el hacha de Tawizu cayó sobre el altar... para encontrarlo vacío. El divezuelo se había teleportado lejos de allí, jurando venganza sobre Amanthos en especial. Lo cual solo era ligeramenate sospechoso.
Las celebraciones no se hicieron de esperar: no habían matado a un dios como era su intención, pero al menos habían expulsado a una amenaza a las puertas de la misma Lóvaraz y se habían agenciado un tesoro en gemas del sanctasanctórum.
Amanthos procedió entonces a abrir un cofre en un recodo tras un estanque, cuyo maestro le había dicho explícitamente que no abriera, y en su interior encontró una carpa de un metal plateado que, al reconocerla mágicamente, parecía tener el poder de moverse por sí misma en el agua y confería al portador la capacidad de ver a través de sus ojos. Contento con esto, regresó.
Tras esto el magontaraz dedicó el mes siguiente a convertir la cueva en su santuario y, gracias a su hazaña, logró entrar al servicio de Aldarius, al que vio tratando con extraños hechiceros de bata blanca a través de un portal entre las esferas. Además, en su torre, guardaba un extraño banco de hierro.
[Nota de Kha: este señor está en contacto con científicos de Sukero City y tiene una harley davidson. Gracias, tablas aleatorias.]
Eso sí, no tardó en llegar a sus oídos que Zanlad había puesto precio a la barbada cabeza de Amanthos el Felón, de modo que tuvo que afeitarse por completo.
Por otra parte, esta fue la última aventura en mucho tiempo de Tamnus, el explorador al que habían rescatado de unos bandidos en la primera aventura y llevado consigo como penitencia por sus crímenes. Ahora, llegado a la plenitud de su carrera y rico como él solo, decidieron licenciarlo para que abriera una granja y viviera con su mujer y el hijo que esperaban.
Una vez más se ha cumplido la justicia del duque y sus tierras son ahora algo más pacíficas. Así Légobar, el juglar más rápido de Avarnia Meridional, se apresura a consignarlo en verso vulgar. Muchas gracias por leerme. Para más info sobre Avarnia Meridional consultad el índice de entradas. Valmar Cerenor!
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Ah, y he aquí un mensaje del Gran Maestre de la Orden del Hacha Naranja:
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