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viernes, 25 de enero de 2019

Avarnia Meridional - Reporte 14


Cuando los alguaciles de la Compañía del León y el Cocodrilo descendieron de la atalaya a la que se habían visto teleportados, pusieron rumbo a Vadus Longus, donde comprobaron que las armas y armaduras obtenidas de los azagaros eran de gran calidad incluyendo una espada mágica inteligente conocida como el Pez Espada del Caos, que decidieron no usar por ahora, a pesar de las ganas que tenía Amanthos, el montaraz-mago. Tras esto, al encuentro de sus tropas en lo profundo de las Lomas de los ladrones.

No les llevó demasiado hallarlas, pero el contingente, que había quedado al mando de Tamnus el explorador, estaba seriamente mermado. Según les contó, mientras ellos se enfrentaban a las profundidades de la mazmorra del azagaro, Julius y los bastardos sigilosos se habían amotinado, enfrentándose al resto de la banda para luego huir hacia el sur.

Los alguaciles no estaban dispuestos a dejar impune esta afrenta, de modo que tornaron monturas hacia el sur, acompañados de una docena de hombres montados, mientras Tamnus dirigía al resto a Vadus Longus (donde tenían pensado vender el lagarto gigante que habían hechizado).

El primer día de camino se llevó a cabo sin incidencias, a pesar de que el rastro no estaba muy fresco, fueron capaces de seguirlo sin demasiado problema. Pero por la noche decidieron acampar en un hexágono aparentemente vacío...

Falta el cocodrilo
En la primera guardia nocturna fueron atacados por (más) hienas. Cuando Gundric trató de dar la voz de alarma, fue paralizado por el mismo veneno que habían usado cerca de la cueva de los ladrones y Nuktum, que también estaba de guardia, fue brutalmente destrozado por las hienas, aunque milagrosamente sobrevivió y sus gritos alertaron a todo el mundo.

Lograron rechazar a las hienas y descubrir que había cuatro pequeños hombres negros disparándoles con cerbatanas desde los árboles y posiciones escondidas, de modo que lograron acabar con ellos (vino muy bien el dardo mágico y la arquería de Eruhim) y echaron sus cadáveres a las hienas para que se fueran satisfechas.

En la guardia siguiente vigilaron Tawizu y Amanthos. Este había logrado convencer a su compañera de que no había problema en usar el Pez Espada del Caos para servir a sus propios propósitos y en ese momento se estaba haciendo amigo de la espada. Esta aseguraba que, para liberar todo su poder, sería necesario que sacrificase a seres humanos de forma especial usándola. Aparte de eso, le gustaba que la clavaran en cosas en general. Y les dijo además que los hombres pequeños que habían matado fueron en su momento aliados de su antiguo señor azagaro y probablemente habían venido con la intención de vengarlo y recobrarla.

Esa guardia oyeron ruidos en la noche, pero decidieron no ir a investigarlos mientras no ocurriera nada más.

Durante la tercera guardia, por suerte no ocurrió nada.

Durante la cuarta guardia se vieron asaltados por una banda de gnols que los pilló completamente por sorpresa: los despertaron con las espadas en sus gargantas. Pero gracias a las dotes de actuación de Amanthos y a pura potra, los gnols reconocieron el Pez Espada del Caos y lo tomaron a él por el poderoso hechicero azagaro, de modo que los dejaron tranquilos y fueron al norte en busca de "los alguaciles que lo habían afrentado", dejando a la compañía tranquila.

Como ya clareaba la mañana, se fueron de ahí lo más rápido posible.

No muy lejos de allí, en una hondanada, encontraron a unos cuantos bandidos peleándose por un rubí, de modo que dejaron que se mataran hasta que solo quedaran tres, los asaltaron y les obligaron a entregarlo requisado, y les instaron a unirse a ellos si no querían ser pasto de los poderes malignos (esto solo se dejaba entrever, pero era una posibilidad muy real con Amanthos y Nuktum en el grupo).

Finalmente el rastro les llevó hasta una ciudad esculpida en los bordes de un acantilado donde detectaron mediante magia que los bandidos estaban en lo que parecía un templo rupestre, pero sus números eran muy superiores. Tras tomar sigilosamente prisionero al bandido que guardaba la pasarela que permitía descender a la ciudad descubrieron que el pequeño grupo de Julius se había integrado en una banda mayor que usaba este lugar como guarida.

La solución estaba clara: descendieron hasta el templo excavado en la roca matando sigilosamente a todo el que encontraran y trataron de prender fuego a las puertas para ahumarlos a todos dentro. No obstante, Julius, que recordaba que trataron de aplicar la misma táctica en el pasado, había instado a que empaparan las puertas en agua. Pero eso no era problema porque tenían fuego alquímico, que arde mejor estando húmedo.

Impregnaron las puertas y les prendieron fuego. Cuando los bandidos trataron de apagarlo usando cubos de agua, solo lograron hacer que la explosión fuera aún mayor. Muchos saltaron a su muerte por el acantilado y, cuando más tarde bajaron con cuerdas (las pasarelas de alrededor también habían ardido), vieron que todos habían muerto ahumados, incluidos Julius y su gente. Su venganza estaba completa.

Entonces se dispusieron a saquear el templo, aunque pronto descubrieron que el lugar merecía el nombre de El templo de las trampas. No obstante, esquivaron trampas de agujas, flechas, cofres llenos de gas venenoso o cubiertos de veneno, fosos detrás de puertas y más cosas horribles y lograron llevarse la mayor parte del tesoro que allí se hallaba, incluido un enorme blasón con la forma de una cabeza de león recubierto de pan de oro. Hizo falta un camello solo para llevar eso.


Y así, con honra y provecho, pusieron camino de vuelta a Vadus Longus y luego a la capital de Lóvaraz para disfrutar de un merecido descanso.

Una vez más se ha cumplido la justicia del duque y sus tierras son ahora algo más pacíficas. Así Légobar, el juglar más rápido de Avarnia Meridional, se apresura a consignarlo en verso vulgar. Muchas gracias por leerme. Para más info sobre Avarnia Meridional consultad el índice de entradas. Valmar Cerenor!

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