viernes, 4 de enero de 2019

Avarnia Meridional - Reporte 13


Mientras los alguaciles de la compañía del León y el Cocodrilo descansaban en la peña que habían arrebatado a los Bastardos Sigilosos, los guardias que habían colocado fueron atacados por una avanzadilla de los Alegres Desangradores, la otra gran banda de asaltadores de la región. Solo un oportuno grito de Tamnus ayudó a despertar al grueso de las fuerzas de la compañía y a poner en fuga a los atacantes.

Tawizu, no obstante, no tuvo suficiente con dejarlo estar y, al día siguiente, lanzó un ataque contra su guarida. Los rodearon sigilosamente y, para evitar derramar sangre, Tawizu retó a su líder a un combate singular. Fue duro, pero se saldó con una victoria para la guerrera úmira azul, que hirió mortalmente al bandido. Antes de morir rogó que le dijeran a su hija que lo sentía y les entregó un amuleto áratha. Tras esto, los Alegres Desangradores se unieron también a las fuerzas de la compañía reunida para enfrentarse al azagaro Asht-Namesh, poniéndola en números próximos a la setentena.

Ese mismo día, antes de partir, algunos de los miembros de la compañía fueron a explorar un templo en ruinas y desecrado por fuerzas del caos. Amanthos vio en él un cofre junto al altar mayor, por lo que se acercó con cuidado, probando el suelo, lo estudió, lo escuchó y lo abrió despacio desde atrás solo para descubrir que dentro había un enorme mojón de orco. Maravilloso.

Esa noche, además, los guardias fueron atacados con dardos venenosos, matando a uno de ellos. Cuando trataron de seguir el rastro, vieron que era de alguien con pies bastante pequeños. Decidieron que debía tratarse de habitantes del bosque que habían estado buscando y que era mejor no molestarlos más, por lo que se pusieron camino hacia al noroeste con su gente de guerra pra hacer frente a Asht-Namesh.

En esas colinas resecas el azagaro, enterado de sus intenciones, ya les estaba esperando con sus propias fuerzas de orcos, gnols y soldados negros traídos del sur de la zona tórrida. Además, por supuesto, de otros dos azagaros y dos enormes varanos gigantes. Pero, aunque tenían la ventaja táctica, los alguaciles eran más y resistieron acribillándolos con flechas, de modo que consiguieron ponerlos en fuga.

Las víctimas fueron muchas cuando les dieron caza, uno de los azagaros murió y su horrible caballo negro monstruo (que era carnívoro e inteligente, como descubrió Amanthos hablándole en caótico) fue capturado solo para ser rápidamente quemado en honor a los dioses de la ley. Uno de los dos lagartos pasó al poder de la compañía cuando Tawizu lo pinchó con su lanza mágica capaz de hechizar animales, pero solo uno al mismo tiempo.

Siguieron los rastros del ejército del azagaro hasta su cubil: una mazmorra bajo una colina que se internaba en las sombras. Cuando miraron el interior, solo había una pequeña sala con un pedestal y, sobre él, un cuenco.

Cuando entraron, algo empezó a dispararles con proyectiles que desaparecían y no les costó demasiado darse cuenta de que se trataba del agua. Una criatura de agua habitaba el cuenco. Nuktum, el mago, trató de vaciarlo, pero la criatura salió y le rodeó la cabeza, comenzando a ahogarlo lentamente. Por suerte, consiguieron dañarla con fuego aprovechando la coyuntura y el mago sobrevivió.

Con el lugar despejado, vieron que en la pared del fondo se recortaba el contorno de una puerta y que podía ser atravesada de forma segura, si bien con un sospechoso brillo naranja. Los PJ así lo hicieron (sin incluir a Tamnus, el explorador PNJ, que se quedó atrás), llegando a un pasillo que se internaba hacia el norte. Pero, al volverse, se dieron cuenta de que el portal de vuelta se había cerrado a sus espaldas. Sin ninguna otra opción que seguir adelante, así procedieron.

Evitaron algunas trampas de lanzas y otra que era simplemente un pasillo cubierto de aceite con un velón atado a la puerta por el otro lado. Por suerte Tawizu tenía su anillo de protección contra el fuego.

Llegaron a una gran sala central en la que había un pequeño cristal en el suelo y uno de los azagaros secuaces de Asht-Namesh les retaba antes de internarse en las sombras para conjurar. Los orcos les disparaban desde los pasillos que llegaban a la sala mientras Tawizu mantenía sola a raya a tres orcos, pero los alguaciles se defendían devolviendo fuego y magia. Fue Eruhin el elfo quien dio muerte al azagaro con su dardo mágico.

Pero entonces Nuktum avanzó y tocó el cristal para quedárselo y este, brillando fuertemente, liberó al otro varano gigante, que ocupó el centro de la sala. No consiguió golpear a Nuktum, pero este había quedado aislado del resto de sus compañeros y fue asaetado por los arqueros orcos (sobrevivió, pero no muy bien). Por suerte, las flechas de Gundric el montaraz, siempre letales, acabaron con el lagarto gigante al clavarse directamente en su cerebro. De modo que pasaron a usar el enorme cadáver como parapeto.

Los orcos de los alrededores, viendo que su comandante había caído, una sola guerrera había dado cuenta de varios de ellos, esta gente había matado a un varano gigante y además estaban perdiendo terreno decidieron retirarse cada uno en su dirección. Uno de los orcos agarró al azagaro moribundo y se lo llevó a rastras.

Los alguaciles siguieron el rastro de sangre hasta otra sala, pero allí encontraron a media docena de gnols que los estaban esperando. Y, además, fueron atacados por la retaguardia por los otros dos horribles corceles negros del caos. Se defendieron con uñas y dientes y salieron victoriosos, no sin que uno de ellos cayera bajo los afilados dientes del equino maligno.

El azagaro, antes de morir, se rio en su cara y les dijo que nunca tendrían sus conjuros, pues su grimorio estaba protegido por un acertijo. Al menos descubrieron gracias al orco que lo había llevado hasta allí que Asht-Nemash, el azagaro jefe, estaba en otra sala, aguardándolos.

Y allí lo hallaron, tratando de conjurar para llenar la sala con el agua que tenía concentrada en una habitación anexa. Por suerte, pudieron acabar con él antes de que lo consiguiera, pero esto hizo que la mazmorra, no totalmente en este mundo, se volviera inestable y comenzara a derrumbarse.

Saquearon rápidamente los cadáveres de los azagaros (mucho más rápidamente cuando empezó a haber desprendimientos e inundaciones) y huyeron siguiendo a los hombres bestia que estaban haciendo lo mismo. Así llegaron a una sala con un círculo de teletransporte en el que se introdujeron sin hacer demasiadas preguntas: llevara a donde llevara, era mejor que morir enterrado.

Así, pero con monedas de plata.
Aparecieron en la cima de una atalaya semiderruida en la sabana, rodeada esta por babuinos muy nerviosos dada su repetina aparición (y la de los hombres bestia, que se alejaban huyendo por la llanura). Desde esa altura Gundric, el montaraz, consiguió reconocer que, afortunadamente, estaban a menos de un día de camino de Vadus Longus, al sureste de esta villa. De hecho, podían ver a lo lejos las lomas, en el oeste.

Tiraron comida y, en el cado de Eruhin, una cantidad desproporcionada de dinero a los babuinos para que se dispersaran, descendieron y se pusieron en camino de vuelta a las Lomas, con las fuerzas que habían dejado atrás.

Una vez más se ha cumplido la justicia del duque y sus tierras son ahora algo más pacíficas. Así Légobar, el juglar más rápido de Avarnia Meridional, se apresura a consignarlo en verso vulgar. Muchas gracias por leerme. Para más info sobre Avarnia Meridional consultad el índice de entradas. Valmar Cerenor!


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