CdM sí que hace buenos side-trips. |
El otro día hablaba de cómo una de las cosas que hago con mis mesas abiertas es intentar jugarlas también en jornadas y otras ocasiones en formato de one shot. Lo cual no siempre es fácil porque en jornadas la gente suele preferir jugar a algo más estructurado con su planteamiento, nudo y desenlace en lugar de que los suelten en una mazmorra, les den una palmada en la espalda y les deseen buena suerte.
Por eso en Armendûr me he planteado las cosas de forma un poco distinta: ya que tengo que dedicarle un poco de trabajo extra a preparar one shots específicos, lo mejor sería hacerlos sobre cosas que reflejen elementos de la ambientación usando grupos temáticos (un grupo de cultistas, un gremio de ladrones, la guardia de la ciudad, unos guardias de caravana, unos aprendices de mago, etc.), de modo que por un lado hagan que el entorno se mantenga dinámico y ocurran cosas alrededor del grupo principal Y, por otro lado, me permitan ver cómo actúan los jugadores en esos roles y me dé ideas para los PNJ. O, del mismo modo, si planeo una trama que afecte al grupo principal, pero ellos no tienen forma de interactuar con ella, puedo dársela a un grupo de jornadas para que resuelvan lo que pasa.
Así ocurrió con La bestia de Tevefol, que se presentó con este cartel:
Los implicados llevaron un grupo de adeptos de Honos que forman
una especie de grupo de exorcistas viajeros que van investigando cosas
extrañas para acabar con el mal allí donde se esconda, sin más autoridad
que una carta escrita por una sacerdotisa de nivel medio de Honos
asegurando que no son unos tarados. Estos son en el orden en el que
apunté sus nombres:
- Zack, que llevaba a Mjobail, un clérigo al que expulsaron de la iglesia de Cerenor por borracho y se pasó toda la partida intentando hacer acopio de alcohol en su cuerpo y otros recipientes.
- Ana rosa con Sairyd, una maga que solo sabía hacer ventriloquía.
- Miguel Ángel con Asauri, una noble cuya casa cayó en desgracia.
- Y Ramón, que llevaba a Beletur, un apuesto ladrón tan faltón que acabó recibiendo diez azotes.
Llegaron una mañana del seis de marzo a Tevefol, una aldea al noroeste de Mediovado, y se dirigieron directamente a la casa señorial al final de la única calle. Tras un pequeño altercado con los guardias, a quien Beletur no cayó nada bien, se entrevistaron con Erafil, la bella hija del barón Egetal, quien les informó que su padre había salido a inspeccionar sus dominios, que no necesitaban a extranjeros metiendo sus narices por aquí porque las muertes y desapariciones ya se habían resuelto, y que después de que les dieran algo de pan en la cocina, podían marcharse.
A eso iban cuando oyeron a un hombre llamando a gritos desde los bosques cercanos y fueron corriendo acompañados de algunos guardias. Allí descubrieron el cadáver de una chica, desnuda y destrozada a mordiscos y arañazos, pero también con heridas algo anteriores que habían sido suturadas. Por lo que les informaron, las únicas personas que sabían curar así eran los clérigos de la abadía de Cerenor, Sodovul, el sabio del señor, y una anciana en otra aldea de la baronía. Además, los mordiscos no parecían de lobo y mucho menos de oso.
Hablando con los locales, descubrieron que hacía unos 50 días había aparecido la primera chica muerta, pero esta nunca había llegado a desaparecer. Hacía 36 días desapareció otra que fue encontrada congelada dos semanas más tarde escondida en un árbol del bosque. Hacía 20 había desaparecido otra a la que nunca se había encontrado. Y hacía 10 había desaparecido esta chica, Ami, a la que ahora habían encontrado.
En eso estaban cuando apareció Oragor, el malhumorado guardabosques tuerto del barón, que los echó a todos a patadas de la escena del crimen. Beletur tuvo suerte de que no le pasara por encima del caballo.
Así las cosas se dirigieron a la abadía a hablar con el buen padre Gorodor, quien les recibió, les dio de comer y les explicó que la segunda chica también había tenido heridas suturadas y que nadie se había sorprendido cuando desapareció porque era muy rebelde. Y que la que aún estaba desaparecida era muy buena y piadosa. A pesar de que era extraño, nadie había indagado mucho más porque tras la aparición del segundo cadáver, Oragor había cazado un gran lobo en el bosque y se había concluido que esa era la causa. También les explicó que nadie vivía en los bosques, al ser un coto, y solo había un refugio de casa que usaba el barón.
Después de comer se dieron un buen paseo hasta la aldea donde vivía la abuela Ova, la anciana que sabía curar, y aunque hablaron con ella, no parecía saber nada de las heridas que habían recibido las chicas. Allí esperaron también a que pasaran el barón con su sabio. El noble los recibió bien, les agradeció su ayuda y los invitó a cenar y dormir en sus cocinas. El sabio propuso la posibilidad de que los causantes de todo esto fueran un par de orcos descarriados, lo que coincidiría con las heridas, pero no se explicaba cómo podrían tener esas capacidades curativas o por qué abandonaban los cuerpos sin devorarlos.
Esa noche les comentaron que el señor llevaba soltero desde la muerte de su esposa en el parto veinte años atrás y que, aunque siempre había sido virtuoso, desde la llegada de su nuevo sabio hacía un año, había comenzado a ser realmente ascético. Una chica de la cocina se llevó aparte a Sairyd y le dijo que el día que murió, la primera chica no había vuelto a casa tras el trabajo, sino que el señor le había pedido que fuera a limpiar el refugio de caza del bosque porque lo necesitaba urgentemente; le pidió discreción porque no se atrevía a comentarlo con nadie más del lugar.
A la mañana siguiente, como habían pedido al señor, dos subalternos de Oragor el guardabosques los acompañaron al árbol en el que había aparecido la segunda chica. Ellos hubieran preferido la compañía del propio guardabosques, pero es un hombre muy ocupado. En el árbol no encontraron nada raro. De modo reticente, los guardabosques los acompañaron al refugio de caza para que lo vieran desde fuera. Hecho esto, en cuanto se separaron en las lindes del bosque, volvieron a entrar para ir a la cabaña.
Era un lugar pequeño, de una sola sala que hacía de salón y dormitorio, pero construido de buena piedra. Registraron un poco y debajo de una alfombra encontraron una trampilla que bajaba. Daba a una bodega y almacén, pero al fondo vieron unos grilletes instalados recientemente y rodeados de manchas de sangre. En una mesa cercana había tres libros: las escrituras de Cerenor y otros dos de teología que parecían manuales de ejercicios ascéticos.
Tras mucho considerarlo, cogieron los libros y se los llevaron consigo a la abadía. Allí, el padre Gorodor les explicó que conocía los manuales: eran en realidad textos heréticos que prometían ascender a un plano superior por medio de ejercicios estrictos, pero en realidad te ponían en comunión con un diablo que consumía poco a poco tu mente y energía hasta convertirte solo en un ser descarnado. No obstante, no le constaba que permitiera invocar demonios que pudieran haber causado esas heridas, pero sí que podría requerir algún tipo de ritual con un "receptáculo puro" como parte de la purificación final.
Decidiendo actuar con precaución Gorodor se acompañó de otros clérigos y de los personajes, y acudieron juntos al salón del señor para decirle que habían encontrado los libros en el bosque y advertirle de su verdadero peligro. El barón Egetal no tuvo problema en admitir que eran suyos y les dio las gracias por la advertencia, pidiendo al padre que se librara de ellos como considerara oportuno. Tanto él como el sabio Sovodul parecían consternados por esto.
Los clérigos se retiraron y los personajes, tras mucho pensarlo, se vieron obligados a decirles en público que habían encontrado los libros en su cabaña y sospechaban que podrían estar siendo usados para el mal por alguien que tuviera acceso a ellos. El barón habló entonces en privado con ellos y dijo que eso parecía grave y, ya que sospechaban de su hija, la haría permanecer en sus habitaciones, igual que al sabio Sovodul, mientras investigaba y se resolvía este asunto y su relación con las muertes.
Esa noche también se quedaron a dormir en la cocina del barón, pero oyeron gritos de mujer provenientes de la casa principal, no cabía duda de que era Erafil, su hija. Subieron acompañados de dos guardias, pero del interior salió la voz de Egetal diciéndoles que no interfirieran, que la estaba interrogando, ante lo cual no tuvieron más remedio que marcharse. Pero Beletur el ladrón trepó por fuera hasta la ventana del cuarto y vio algo que no se esperaba: Erafil estaba atada y amordazada en su cama, mientras que tanto el barón como el sabio, desnudos, estaban sentados en el suelo meditando. Al cabo de unos minutos, sus cuerpos empezaron a cambiar, sus rasgos se volvieron bestiales, sus dedos se tornaron en garras y abrieron sus ojos de pupilas verticales para lanzarse sobre la chica.
Beletur dio la alarma y todos corrieron escaleras arriba acompañados de los guardas, donde se encontraron a las bestias mordiendo la blanca carne de Erafil. Viéndose descubiertas, las criaturas saltaron sobre los adeptos de Honos y los guardias, donde fueron destrozadas por sus filos, revirtiendo a sus verdaderas formas para horror de los guardias que habían dado muerte a su propio señor sin saberlo. Erafil estaba herida, pero viviría para tener que tener que cargar para siempre con el horrible recuerdo de lo que había pasado.
Los rumores de todo esto por supuesto corren como la pólvora y, gracias a los medianos, no tardan más que media hora en llegar a oídos de los habitantes de Mediovado. En el futuro podrían tener implicaciones mayores para la campaña de Armendûr y la mejor forma de descubrirlo es uniéndote a ella en mi server de discord:
¡Gracias por leerme! Valmar Cerenor!
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