viernes, 27 de enero de 2012

La autoridad en Ablaneda

Iluminación de Las siete partidas de Alfonso X el Sabio.

Sepan vuestras mercedes que el Condado en su totalidad y cuanto en él se halla es posesión y prenda del rey del Viejo Reino, aun cuando no pueda reclamarlo. Su Excelencia el Conde es su representante en estas tierras y, aunque como buen señor posea tierras propias y vasallos que las trabajen, solo es protector y regidor del resto de Ablaneda.

Salvando los vasallos del buen Conde y los de los pequeños barones (que pueden ser contados con los dedos de las manos), el vulgo de Ablaneda lo conforman hombres libres y valerosos que poseen alguna tierra, ya sea propia, ya sea cedida de las tierras comunales de su aldea para poder mantenerse.

Mager los barones de los que ya les he contado mantienen aún hoy a caballeros guerreros con brillantes armaduras como sacados de un cuento para niños y ellos defienden sus baronías, los caballeros que rinden vasallaje al Conde son hombres de corte y galanterías, pues el mayor brazo que sostiene las armas en Ablaneda es la milicia. Esto no es más que un ejército hecho según la mesura que la situación requiera, formado por levas de hombres jóvenes de todos los rincones del Condado y dirigido por los caballeros del Conde. Bien es cierto que montado a caballo, las batallas se ven mejor. Son en gran manera mejores los soldados de la milicia que los pesados jinetes pues contra ojancos y sierpes cuenta siempre más el número que la calidad.

No obstante, como dijimos, no es cosa que dure y cuando el peligro pasa y la campaña termina, gran parte de los milicianos que sobreviven vuelven a casa henchidos de orgullo y con la marca de la guerra siempre en sus mentes y puede que hasta en sus cuerpos. Solo están siempre vigilantes aquellos que guardan Castro de la Reina. Es por ello que cueste creer que el Conde defiende en realidad todo el Condado, como es su deber sagrado.

Es por esto que las pequeñas aldeas defiéndense como pueden o perecen. Muchas recurren a alquilar espadas (quiero decir y hombres que las manejen). Mas esto es en grado más común en poblados mayores, especialmente en Yerbosera. Siendo ciudad caudal pueden bien pagar una guardia permanente además de que cada notable tiene una patrulla a su servicio, lo que nunca deja de desencadenar conflicto y discordia.

Mas los mercenarios se ven aun más limitados que la milicia, reservados a los más ricos y en una ciudad que halla su sustento de complicadas rutas comerciales es menester que alguien cuide los caminos, los despeje, proteja a los viajeros, porte el correo y otros encargos, explore lugares desconocidos y lleve justicia y orden allí donde nunca pondría el píe un hombre del Conde. Y debía ser barato.

Así, el Concejo de Yerbosera, acuciado por comerciantes menores, llegó a un entendimiento con el Conde para dar uso a todas esas almas desperdiciadas en la horca.

6 comentarios:

  1. Muy bueno. Así me gusta, ampliando trasfondo.

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    1. Seh, a ver si saco una buena serie de textillos de estos explicando más cosas de cómo funciona mi Ablaneda.

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  2. Respuestas
    1. Pues para sumarte alguien tiene que empezarlo... Vale, lo haré yo: ¡un aplauso! :P

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    2. Que tiquismiquis eres jodío...

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    3. Nah, es que me encanta aplaudirme a mí mismo... Como el sonido de mi propia voz. Por eso sigo escribiendo cosas sin sentido. Casa, melón, abuela, rocío...

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Una limosna para la cruzada:

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