El nombre de la Nación del Toro no es baladí al tratarse en buena medida de un etnoestado donde solo conceden ciudadanía plena a hombres bestia con parte de toro. En MöMä los hombres bestia pueden tener distintas formas dependiendo de la cantidad de sangre animal, de modo que en Davria conviven minotauros, toros gigantescos, personas con cuernos, humanos de apariencia completmente normal, pero con herencia bovina, y toros comunes inteligentes.
Otras especies, incluso humanos estándar, son considerados ciudadanos de segunda. Esto ha sido así desde que las leyes de la nación fueran promulgadas incluso antes de la caíd de Atorán (la Atlantis de MöMä) cuando Davria era un reino independiente de marinos.
La Nación, como muchos otros países del hemisferio-archipiélago de Insuranda (el mundo de MöMä) se extiende a lo largo de varias islas. Aunque los volcanes del mundo se apagaron hace eones, dejaron un arco insular en el que destaca la gran isla de Imros, donde se asienta la capital ancestral del país, Egleara.
Aunque hay otras islas de buen tamaño, la mayoría son un collar de islitas donde abundan el mármol, las cabras y los mistrones, parahumanos de pequeño tamaño que aquí están sobre todo dedicados al pastoreo de dichas cabras. A menudo sufren el acoso de los davrios por su notable ausencia de cuernos, lo que hace que su números sigan en declive a pesar de las campañas de conservación por parte del hipergobierno central.
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En aquel entonces la Nación del Toro era además un estado vasallo de la Desolación de Desolaciones, el Imperion Dragón que dominaba el hemisferio sur antes de que fueran derrotados por los refugiados atoranios y sentaran las bases de los estados actuales del sur de Insuranda. Los dravios consiguieron mantener su autonomía durante los tiempos de discordia que siguieron gracias a su poderío naval.
Aunque este poderío fue decreciendo a nivel de país a medida que otros
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Y el hecho de ser una nación preatorania por supuesto acentúa aún más estas diferencias culturales. El Celestialismo apenas tiene arraigo y solo hace algo más de un siglo abandonaron el culto a los dioses sedientos de sangre que habitaban el complejo de laberintos bajo el suelo de Imros. Los dioses del dédalo se habían tornado progresivamente menos populares y poderosos, hasta que finalmente el talasócrata de aquel entonces, cansado de su tiranía, contrató a un aventurero legendario para erradicarlos. Las malas lenguas dicen que sectas prohibidas siguen enviando víctimas a los túneles en espiral para aplacar a los fantasmas.
Actualmente prefieren adorar a dioses más amables y mejor alineados con el Gran Dios de la Humanidad como Myrenia, su diosa madre, o las almas de sus héreoes reencarnadas en sus serpientes-oráculo. Los ofidios están fuertemente representados en su heráldica, así como el dragón-fénix, el animal mitológico que adorna su bandera.
Gracias por leerme. Valmar Cerenor!
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