viernes, 24 de mayo de 2019

Profetas y mantícoras | Avarnia Meridional - Reporte 19


De camino a comprobar las intenciones y probablemente acabar con Nahadriz, el presunto profeta de la Ley que se había alzado en rebeldía en el sureste de Avarnia Meridional, los alguaciles de la compañía del León y el Cocodrilo se dirigieron hacia allí desde el poblado áratha de Guzkalit.

No tuvieron que esperar mucho, pues les salió al paso una compañía de guerreros de Nahadriz procedentes de un caravasar que habían tomado llamado La casa del asado. Tras intercambiar signos de paz, se encontraron con su líder y llegaron a la conclusión (excepto Amanthos el magontaraz) de que no podían ser mala gente. Les condujeron al caravasar, donde hicieron noche y les fue explicada la situación de los seguidores de Nahadriz: ellos siguen su propio culto de la ley, establecido por el profeta, que choca con los otros presentes en el lugar por considerar pecaminosos la música y el alcohol. Además, no aceptan estar bajo el mandato de ningún gobernante secular, por lo que les es imposible jurar vasallaje al Duque de Lóvaraz, carente de autoridad espiritual.

Pasaron la noche en el caravasar, excepeto Amanthos que, desconfiando completamente de ellos, decidió pasarla al raso. Al día siguiente, aún deseosos de entrevistarse con el profeta, los alguaciles, junto a un pequeño destacamento de úmiras azules, fueron escoltados hasta el campamento principal, donde hallaron a Nahadriz predicando a los allí reunidos. Aunque había una buena cantidad de mujeres y niños, los combatientes no eran nada desdeñables.

Balbina, la sacerdotisa seguidora del grupo, atendió a la prédica y, hasta donde alcanzaba su entendimiento, no había nada que se desviase de la ortodoxia de la Ley, con las características de su propio culto.

Con esto decidieron entrevistarse con él a fin de convencerlo de que permitiera que el comercio hacia el norte fuera restablecido y su pequeño dominio se pusiera bajo la protección, que no el vasallaje, del Duque de Lóvaraz. Nahadriz, cuyas intenciones eran ponerse bajo el mando directo y espiritual del emperador taryano, lo aceptó por el momento. Pero, dado que los personajes no tienen realmente poderes de embajadores, les puso una misión para asegurarse de que los dioses de la Ley sonreían a su causa: deberían ir a unas ruinas bajo una cúpula en el norte y acabar con alguna clase de monstruo que habitaba en ella.

Amanthos, desconfiado, ni siquiera había entrado al campamento y se quedó atrás con los úmiras azules cuando Tawizu, Tamnus, Peptukin y Balbina se encaminaron al norte para acabar con esta amenaza.

La gran cúpula de roca tenía una entrada que permitía descender a sus profundidades y en la primera sala hallaron varias estatuas y monedas repartidas por el suelo que parecían continuar escaleras abajo, como si alguien hubiera arrastrado un saco con un roto.

Los ojos de bribón de Tamnus pronto encontraron que una de las estatuas había sido movida recientemente y, tras ella, encontraron una puerta secreta... que llevaba hasta dos mantícoras que habían estado esperando para saltar sobre ellos.

La lucha, incluso con la Muerte de Ébano de su lado, no sonrió a los personajes y pronto cayeron Peptukin y Balbina, al ser los más débiles. En esta tesitura, Tawizu y Tamnus decidieron salir corriendo aunque fuera mazmorra adentro, ya que otra mantícora les cortaba el paso. Bajaron por unas escaleras y, al fondo, vieron unas escaleras que subían de vuelta a la superficie pasado un rastrillo levantado. Corrieron hacia allí solo para darse de bruces contra una pared con una ilusión, momento en que una de las mantícoras saltó sobre una baldosa del suelo para hacer caer el rastrillo tras ellos.

Mientras la mayor de las mantícoras, malherida, se retiraba y las otras se entretenían en poner grilletes a Peptukin y Balbina, Tawizu echó mano de toda su fuerza para levantar el rastrillo, resistiendo las púas que comenzaron a dispararle las mantícoras al descubrir sus intenciones. Al fin, con una carrera desesperada, tanto ella como Tawizu lograron alcanzar el exterior, pero la guerrera úmira cayó de bruces, agotada. Por suerte, pudo ser rescatada por las tropas que llegaban junto con Amanthos en ese momento.

Amanthos, viendo cómo estaba la situación, decidió que sería un gran plan disfrazar a todo el mundo como hombres bestia y entrar haciéndose pasar por un tratante de esclavos que quiere negociar con las mantícoras. Estas por supuesto no se creyeron nada de lo que decía y enseguida empezó un combate que los alguaciles ganaron por simple fuerza de números. Las mantícoras, desbordadas, no tuvieron nada que hacer.

Así lograron rescatar a Peptukin, tras el rastrillo, pero Balbina, por desgracia, ya había sido devorada por una de las mantícoras.

Así regresaron victoriosos a presencia de Nahadriz, quien les entregó una carta sellada aceptando las "condiciones" del Duque, que los alguaciles se apresuraron a llevar a Lóvaraz.

Pero, en el camino, tuvieron un encuentro que marcaría para siempre su historia: a lo lejos, en los desiertos del sur, vieron a un enorme dragón rojo volando sobre las arenas hasta perderse en el horizonte.

Una vez más se ha cumplido la justicia del duque y sus tierras son ahora algo más pacíficas. Así Légobar, el juglar más rápido de Avarnia Meridional, se apresura a consignarlo en verso vulgar. Muchas gracias por leerme. Para más info sobre Avarnia Meridional consultad el índice de entradas. Valmar Cerenor!


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