La anjana es una hermosísima ninfa de estatura menuda, ojos rasgados, pupilas negras o azules y brillantes como luceros, y mirada serena y amorosa. Peinan largas trenzas de color azabache u oro que adornan con lazos y cintas de seda de todos los colores mientras se ciñe a la cabeza una hermosa corona de flores silvestres. Su voz es más dulce que la del ruiseñor y algunos dicen que tiene unas pequeñas alas que casi no se pueden ver. Visten túnicas largas, finas y blancas que cubren con una capa azul (o negra en invierno) y en sus manos portan una vara de mimbre o espino cuya punta brilla con una luz diferente cada día de la semana.
Poseen grandes poderes que, al contrario que muchos otros duendes, usan para premiar a los buenos de corazón y castigar a los abyectos. Bendice las aguas, los árboles y el ganado; ayuda a los pobres, a los que sufren y a los extraviados. Cuando algún ablanedense tiene problemas a menudo recurre a las anjanas invocando su ayuda, aunque solamente se la prestará si es bueno y puro de corazón, de lo contrario sufrirá su castigo de la misma forma que lo sufren los que las desobedecen.
Son acérrimas enemigas de los ojancos por el caos y la destrucción que producen y se enfrentan a ellos cuando tienen ocasión.
Caminan todo el día por las sendas de los bosques, solo parándose para descansar junto a fuentes y arroyos donde conversan con sus aguas que entonces manan más alegres y cristalinas. Se suelen alimentar de miel, fresas, almibar y otros dulces fructos del bosque. Cuando llega la noche dicen que se retiran a grutas recónditas que en verdad no son sino palacios con suelo de oro y paredes de plata. Se dice también que se reúnen al comienzo de la primavera en los pastos altos y allí danzan hasta que el sol despunta, cogidas de las manos, en derredor de un montón de rosas que luego esparcen por los caminos. Cuentan las viejas que aquel que halle una de estas flores encantadas no conocerá más que la felicidad hasta la misma hora en que fine.
Su origen nadie lo conoce. Quien les habla cree que son duendes, espíritus de los árboles que tienen encargo de cuidar de los bosques y los hombres por alguna razón. Otros hacen correr rumores de que no son sino mujeres santas o ángeles que Dios manda al mundo a que realicen buenas obras. Lo cierto es que su poder se lo confiere una fueza superior, ya que también pueden ser castigadas al romper reglas que solo ellas conocen; pero es bien sabido que enamorarse de un mortal es causa de que deban renunciar a su esencia mágica. En cualquier caso parece que no son inmortales tampoco y que pasados cuatrocientos años en este mundo deben irse para jamás volver.
Gracias por leerme. Valmar Cerenor!
Poseen grandes poderes que, al contrario que muchos otros duendes, usan para premiar a los buenos de corazón y castigar a los abyectos. Bendice las aguas, los árboles y el ganado; ayuda a los pobres, a los que sufren y a los extraviados. Cuando algún ablanedense tiene problemas a menudo recurre a las anjanas invocando su ayuda, aunque solamente se la prestará si es bueno y puro de corazón, de lo contrario sufrirá su castigo de la misma forma que lo sufren los que las desobedecen.
Son acérrimas enemigas de los ojancos por el caos y la destrucción que producen y se enfrentan a ellos cuando tienen ocasión.
Caminan todo el día por las sendas de los bosques, solo parándose para descansar junto a fuentes y arroyos donde conversan con sus aguas que entonces manan más alegres y cristalinas. Se suelen alimentar de miel, fresas, almibar y otros dulces fructos del bosque. Cuando llega la noche dicen que se retiran a grutas recónditas que en verdad no son sino palacios con suelo de oro y paredes de plata. Se dice también que se reúnen al comienzo de la primavera en los pastos altos y allí danzan hasta que el sol despunta, cogidas de las manos, en derredor de un montón de rosas que luego esparcen por los caminos. Cuentan las viejas que aquel que halle una de estas flores encantadas no conocerá más que la felicidad hasta la misma hora en que fine.
Su origen nadie lo conoce. Quien les habla cree que son duendes, espíritus de los árboles que tienen encargo de cuidar de los bosques y los hombres por alguna razón. Otros hacen correr rumores de que no son sino mujeres santas o ángeles que Dios manda al mundo a que realicen buenas obras. Lo cierto es que su poder se lo confiere una fueza superior, ya que también pueden ser castigadas al romper reglas que solo ellas conocen; pero es bien sabido que enamorarse de un mortal es causa de que deban renunciar a su esencia mágica. En cualquier caso parece que no son inmortales tampoco y que pasados cuatrocientos años en este mundo deben irse para jamás volver.
Gracias por leerme. Valmar Cerenor!
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