- Tawizu, la joven princesa úmira azul.
- Arguskar, el clérigo de piel oscura.
- Netir, el apuesto guerrero avarno.
- Amanthos, el adusto montaraz áratha.
- Agraht, el nigromante úmira.
- Y por supuesto Tamnus, el explorador al servicio de Tawizu.
Una vez en el camino, para alcanzar una maravilla de la que habían oído hablar y que se hallaba al borde del desierto, decidieron seguir el curso del Salúhn, río abajo, antes de separarse de él para atravesar la sabana.
Pero mientras recorrían sus palmerales, al sur de la aldea de Nolvunt, vieron a una mujer escapando con su hijo y una leve columna de humo alzándose tras un cerro. Como la mujer les dijo y Amanthos pudo confirmar acercándose en una batida sigilosa, una banda de guerra formada por osgos, orcos, gnols e incluso trols de las arenas habían asaltado un caserío próximo, y ahora estaban preparando a los supervivientes para llevárselos como esclavos.
Comenzaron a planear cómo impedírselo, pero un poderoso grito llegó del cielo y vieron media docena de arpías precipitarse sobre ellos. Las criaturas dieron fiera batalla, pero fueron derrotadas por espada y brujería. Eso sí, no antes de que una de ellas, esquivando las saetas de Amanthos, volviera al contigente principal y los alertara, haciendo que los alguaciles emprendieran una valerosa huida hacia los cañizos, donde se ocultaron en un refugio de roca.
Por suerte los hombres bestia del caos no consiguieron dar con ellos, por lo que Amanthos partió hacia el sur raudo en su cabra de guerra a alertar al cercano fuerte Rocagrata. Entre tanto, Agraht propuso usar su magia para reanimar a la arpía y Arguskar, el clérigo de ébano, estuvo sorprendentemente de acuerdo con estas prácticas nigrománticas a peasr de su política habitual de quemar todo lo que huela a Caos.
Cuando Amanthos volvió, la compañía decidió ir hasta el fuerte para reclutar ayuda de los soldados. Agraht hubo de quedarse atrás para resolver algunos asuntos mágicos, pero el grupo no quedó desprovisto de apoyo arcano ya que por el camino hallaron a Landin, una joven hechicera avarna, dedicada al elementalismo.
Radagasius, el comandante del fuerte, les informó de que ya estaban preparando una expedición contra las criaturas: más de una docena de infantes y casi una docena de jinetes listos para ir tras ellos. Y ya que los alguaciles estaban también aquí, les permitió unirse a ellos bajo las órdens del joven teniente Godesigel y su hechicero Spurius.
Cabe notar que también los acompañaban tres mercenarios escandos del lejano norte que servían en el fuerte: Stig, Sindre y Gunnar.
Pero ya caía la noche y no es buena idea cabalgar a oscuras persiguiendo criaturas que están en su elemento en las tinieblas, de modo que la compañía partió al galope por la mañana, dejando atrás a los infantes.
Tras volver al caserío y descubrir que los osgos habían cruzado el Salúhn en barca hacia el este, decidieron que tenían que cruzar cuanto antes y Landin usó su magia de piedra para levantar un vado temporal por el que los jinetes pudieran cruzar.
Avanzaron con precaución por las tierras del este hasta que detectaron a los osgos acampados alrededor de una pequeña atalaya avarna, listos para asaltarla cuando pasaran las horas más cálidas del mediodía.
Los alguaciles y soldados vieron esto como el momento propicio y se prepararon para la batalla. Aunque estaban igualados en número, ellos tenían la ventaja de acudir a la batalla a caballo y podían romper la moral de las criaturas haciendo que pareciera que eran más de lo que eran y usando la devoción de Arguskar para que el poder de la Ley intimidara a los servidores del Caos.
Así descendieron sobre el campamento de los osgos y sus aliados como el martillo cayendo sobre el yunque, dieciocho jinetes contra veinticinco criaturas. Los mercenarios gnols que los acompañaban, muy poco dispuestos a la que se les venía encima, rápidamente se batieron en retirada, pero los orcos y osgos rápidamente formaron filas con su líder ladrando órdenes desde el frente.
El choque se hizo notar con las tropas del duque haciendo gran daño entre las filas osgas. Arguskar y Tamnus se centraron en los trols, a los que arrojaron aceite mientras los escandos rodeaban uno con cara de "buscaos vuestro propio trol". Y fueron Tawizu y Netir los que rodearon al líder osgo, dejándolo malherido para que la hechicería de Landin y Spurius le diera el golpe de gracia. Sin su líder y viéndose superados en número y armamento, los osgos y orcos se dispersaron, huyendo por sus vidas.
Gracias a sus monturas, consiguieron perseguirlos, arrollarlos y darles muerte a todos. Dos de los trols, esclavizados por las criaturas como tropas de choque, consiguieron huir, pero los tres escandos volvieron sonrientes con la cabeza de uno de ellos, convenientemente cauterizada.
Habiendo roto el cerco a la atalaya, liberado a los esclavos y saqueado los cuerpos de los caídos, los alguaciles y las tropas pusieron ahora rumbo al fuerte Coralúhn, un poco más río abajo, pero en la orilla este del río. Allí fueron bien recibidos y agasajados por su bizarría.
Un explorador del fuerte reconoció la cabeza del líder de los osgos como Osgak el Cruel, hijo del jefe de la tribu del Escarabajo rojo, cuya aldea fortificada no estaba lejos de allí. De modo que empezaron a tener ideas sobre cómo enemistar a esa tribu con sus vecinos, los Monstrueno...
Pero eso tendría que esperar a después de las celebraciones. Gracias a las historias de Tawizu y a las tonadas de Arguskar sabemos cuanto pasó en la batalla de la atalaya.
Una vez más se ha cumplido la justicia del duque y sus tierras son ahora algo más pacíficas, y Légobar, el juglar más rápido de Avarnia Meridional, se apresura a consignarlo en verso vulgar. Muchas gracias por leerme. Para más info sobre Avarnia Meridional consultad el índice de entradas. Valmar Cerenor!
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