Vengan a mí, buenas gentes, no desoigan mi trovar pues en él verse bien puede la gesta de San Marcial, que siempre en su vida fue 5 hombre de tal calidad que a enemigos antiguos aún miedo y pavor da su ira y saña. Mas fue santo, al cabo, por su bondad. 10 Él a Ablaneda llegó, aqueste fiero lugar, y era vulgar, no señor, mas sí era hombre caüdal. Familia traía, no chica, 15 cuando vino a se asentar, fijos fuertes y criados con brazos para labrar. Hacendosas las muyeres y con virtud que guardar. 20 Al píe de los altos montes cediole el rey potestad para roturar la tierra y hacerla de su heredad por ser él sin duda digno 25 y su alteza liberal. Mas en liza la defiende si la quiere conservar. Una sierpe descansa donde Marcial va posar. 30 Su boca vierte ponzoña que envenena el lugar. Ya no crece la verdura. El suelo perdida ha la color y la blandura. 35 Tamaña era la maldad del monstrüo y su pecado. Ya solo había pesar en el ánimo de aquellos que seguían a Marcial. 40 Pero él no desfalleció y allí ordenó hornear pan lleno de agujas punzantes con el último costal. Las mujeres lo amasan 45 el fuego aviva tenaz con la fuerza de sus brazos el mismo Santo Marcial. Cuando estuvo terminado aquel bocado mortal 50 los hombres así lo toman y a la sierpe ge lo dan. Esta lo traga, golosa, y sin nada sospechar, atraída por la sangre 55 de mujer, que al amasar, por causa de las agujas, vino a mezclar con el pan. Caro le sale el almuerzo a la bestia tan audaz 60 pues en su tripa pronto hierve aquel nefasto manjar. Muerta cae la sïerpe los hombres, a celebrar. En aqueste prado umbroso, 65 su gran hogar alzará, al pie de montañas malas, no buenas, como sabrán: habitadas de salvajes que ojancos se hacen llamar. 70 Enormes, de ojos solo uno, menos hombre que animal; la altura la de una casa, y el apetito voraz. Gustan de sangre de siervos 75 de la buena cristiandad y de tal condición eran los que iban con Marcial y para llenar su panza feroces van a atacar 80 y el buen Marcial, con tristeza | ve los sus fijos faltar. Pero no pierde el aplomo e ingenia treta falaz y con ella a los ojancos 85 por fin muerte les dará. En un vallezuelo angosto sin ningún río caudal una doncella coloca, ofrecida con pesar. 90 Su sangre atrae las bestias, que husmean su castidad. Cuando hubo entre aquellos montes al menos un centenar Marcial, con un gesto pronto, 95 la orden ya pactada da y sus hombres desde lo alto rocas, con celeridad, y saetas les arrojan. Nada queda en el lugar, 100 que todos han fenecido. Los hombres llevan en man una cabeza cada uno de algún monstrüo fatal. Contentas viven las gentes 105 en el seno de Marcial y los años raudos pasan y ven solo el medrar; ya nuestro héroe creció y es hombre de buena edad. 110 Está de noche en el lecho cuando ve luz celestial. Recuerda y salta del estrado y de hinojos se va hincar por haber noble visita. 115 Con angélica potestad pósase San Gabrïel, arcángel muy principal, y de esta forma'l habló: «Ya que tú eres en verdad 120 cristiano y uno muy devoto has fecho a Nuestra Deidad siempre muy grande servicio, solo traído bondad. Si no lo hubiere mejor, 125 ve y salva la catedral que en el Castro de la Reina no se habrá nunca de alzar si con fuerza de tus brazos no detienes la maldad 130 que esta noche la acecha». No esperó el héroe más ya despierta su mesnada y lánzanse a cabalgar por las almas del condado. 135 Alcanza primo Marcial las altas y fuertes puertas del muro de la ciudad de Castro de la Reïna. La espada enarbola audaz 140 y con galope veloz se llega a la catedral que aún solo son cimientos. Allí halla siervos del mal y solo a ellos se enfrenta, 145 uno frente a un millar. Allí álzase con la victoria más no se le pudo hallar tal sacrificio se fizo por nuestras almas salvar. 150 Esto le cuentan los suyos al obispo al despuntar el alba por Ablaneda. Por facer hazaña tal y ser él hombre tan grande 155 le quieren santificar y de todo este Condado en buena hora hacer guardián. Tal es la estoria que he narrado sin faltar nada la verdad 160 y si ha sido de su agrado llenen mi copa y en paz. |
Eso cantan los juglares. Claro que las leyendas sobre él probablemente han sido terriblemente exageradas con el paso de los años...
Gracias por leerme. Valmar Cerenor!
Plas, plas plas.
ResponderEliminarAhora sí me dejas decirlo, ¿no? "Me sumo al aplauso"
ResponderEliminarBien, bien, me gusta.
ResponderEliminarMuy bien mi señor,
ResponderEliminarmas algún facere por hacer
e muyeres por mujer
ha de usted cambiar.
Buena rima los juglares
tendrán a bien cantar
en el Castro de la Reina
no se ha de olvidar.
Un saludo :)
@Rodrigo García Carmona, @Aured, @Nirkhuz: tampoco es pa' tanto.
ResponderEliminar@Aras Tremandur: hombre, es que tiene que tener cierto saborcillo arcaico, sino me cargo la sensación pseudomedieval. Y lo de muyeres es porque me encanta cómo suena en asturiano. xD